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Defenestrando la vida

Renuncias y planteamientos

Notxor
2024-08-02

Llevo unos días de ganduleo replanteándome algunas cosas. Hace unos días mandé al garete el proyecto serio en el que estaba trabajando con un amigo. ¿El motivo? Empecé a odiar la programación, empecé a odiar a mi amigo y me empecé a odiar a mí mismo. ¿El motivo? Todo empezó mal, debería haberlo cortado mucho antes. Este artículo es un intento de expulsar demonios que aún quedan agazapados en algunos rincones de mi mente.

Desde un punto de vista técnico, todo empezó bien. Se me había ocurrido una idea para hacer una aplicación móvil para Android® que podría incluso generar algo de dinero. Aunque el modelo de negocio no estaba claro y no está claro aún cómo se podría ganar dinero con ello, nos pusimos manos a la obra. Contratamos unos servicios de VPN a buen precio y comenzamos con algunas pruebas de concepto. También adquirí algunos chismáticos hardware para lo mismo. Instalé en mi máquina el Sdk de Android® y también el Android Studio, que en nuestra jerga era llamado La Mostra por su avidez de tragarse todos los recursos y más de cualquier máquina. Empezamos mirando código de cierto protocolo que pensábamos utilizar para nuestra aplicación... y ahí comenzaron los males. Me encontré fuera de lugar, en lo que se podría denominar un fuerte síndrome del intruso. No me creía capaz de hacer nada con ello. Me refugié en la lectura de documentación sobre desarrollo de aplicaciones para móviles. Toqueteé aquí y allá con la mostra. ¿Era un intruso? Quizá no, todo lo que me proponía hacer lo iba haciendo con más o menos dificultad, como añadir algo más de funcionalidad a una ventanita de una aplicación ya hecha, o estudiar cómo funcionaba el código y (creo que) entendiéndolo. Sin embargo, el sentimiento de estar fuera de lugar no disminuía, sino todo lo contrario.

Todo parecía fluir hacia donde queríamos, avanzábamos ya superando las pruebas de concepto y comenzábamos a implementar nuestro modelo. Mi mente comenzó a adelantar hacia dónde pensaba yo, eran las directrices de futuro de la aplicación, lo que podrían demandar los usuarios de la misma en el futuro y la estructura que se podría añadir a lo que teníamos para desarrollarla en el futuro. Esas ideas las expresaba con cierta timidez y eran recibidas con expresiones del tipo «eso no tiene sentido ahora», «céntrate en lo importante» o «no veo que eso sea útil». Estoy seguro de que la otra persona no lo hacía a propósito, pero consiguió que mi síndrome del intruso se disparara a niveles estratosféricos. A veces sentía, y sé que eso no era así y que se debía a un producto residual de mis propias inseguridades, que me trataba como si yo fuera gilipollas. No recuerdo, en todo el proyecto, que se aceptara una sola propuesta de las que hiciera yo. Nada era importante, muchas veces expresado así directa y crudamente, mis propuestas no eran útiles ni para ahora ni para el futuro. O eso es lo que yo sentí.

Todo el proyecto comenzó a agobiarme. Me decía a mí mismo que eran ideaciones mías, que las cosas estaban saliendo más o menos como se esperaba, que el código que yo generaba no era especialmente malo aunque sí manifiestamente mejorable y que con tiempo y práctica mejoraría con Java y Android®. Lo iba capeando. Cuando estaba en los momentos bajos, dejaba la mesa de trabajo y me sentaba en el sofá, a relajarme, a pensar, a darle tiempo a la sensación de frustración para que pasara y me dejara concentrarme un poco. En esos momentos me ponía a leer o a hacer cosas que nada tuvieran que ver con programar aplicaciones intentando encontrar la paz que me robaban la mostra y el Android®. Cada vez me costaba más volver a sentarme a programar.

Intenté también alternar con otro proyecto personal que está(ba) a punto de alcanzar su primera versión alfa. A estas alturas no sé si lo acabaré, he empezado a rechazar la programación. Me siento dispuesto a trabajar un poco, pero es abrir el editor y comienza la desazón.

El otro día, en un momento de esos de bajón, mi colega me hizo una pregunta, no recuerdo ni cuál, y aunque estoy seguro que no lo hizo con esa intención, la interpreté como una evidencia de que dudaba de mi capacidad intelectual. Mi respuesta fue: «no quiero seguir con esto». Podría haber dicho más, pero era un momento tan de bajón que no hubiera sido justo con la otra persona.

¿Cómo me planteo las cosas a partir de ahora? No lo tengo claro. Llevo unos días sin escribir una línea de código y no sé si volveré a hacerlo. Supongo que sí, pero ahora mismo, me gusta más cacharrear y aprender o investigar. Supongo que seguiré haciendo algunas cosas como hasta ahora, mis scripts, mis programitas para mis cosas. De momento, no me planteo nada más: seguir cacharreando, seguir investigando, seguir aprendiendo sin agobiarme con proyectos cerrados, y mucho menos intentando estar a la altura, de lo que creo que otros pueden esperar.

No creo que vuelva a retomar el proyecto, la idea creo que es buena y seguramente la veremos implementada en el futuro por otras personas, con otras herramientas o de otra manera. Desde luego, lo que tengo claro es que la vida es muy corta para vivirla agobiado porque un día tuviste una buena idea y no has conseguido llevarla a cabo.

Categoría: varios

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Escrito enteramente por mi Estulticia Natural sin intervención de ninguna IA.