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Defenestrando la vida


¿Por qué uso GNU/Linux? y otras perlas similares.

Mi mujer dice que siempre utilizo lo que no usa nadie; que si todo el mundo usa algo yo dejo de hacerlo, si alguna vez llegué a usarlo. He de reconocer que parece que no le falta razón, pero el motivo no es ser especial o el raro ni nada parecido, como parece decir ella. Por eso quiero dar mis razones.

Recuerdo cuándo comencé a trastear con GNU/Linux de forma asidua. La Internet era sólo un sueño y sólo tenía acceso a las distros que venían con revistas. En la informática de consumo lo petaba MS-DOS y windows 3.1. Recuerdo aún aquellas tardes de exploración y aprendizaje que tuve en aquella época, descubriendo trucos, comandos y aplicaciones, cuando todo se hacía desde la consola y la instalación de cualquier aplicación era el famoso:

./configure
make
make install

Mi primera distro, mi primera instalación exitosa, recuerdo que fue una Slackware y la mantuve durante bastante tiempo. También probé otras: Red Hat, Mandracus, Debian, SuSE...

No existían ni Gnome ni KDE. Recuerdo instalar un engendro que era un port del CDE de Unix con OpenMotif y para mí fue un ¡Oh! ¡Ah! Ventanitas como en güindón. ¡Qué monas!. Luego vino la guerra o el flame de KDE-Qt contra Gnome-GTK.

El incidente de «no me toques los güevos»

Hubo un momento en que mi relación con los sistemas operativos cambió por culpa de un monumental rebote. Recuerdo que había comprado un tiempo antes un windows 95 original y lo tenía instalado en mi ordenador. En aquella época me parecía natural tener que instalar ampliaciones de memoria, mejorar discos duros y otras cuantas cosas para «mantenerte al día». Como he dicho había comprado un w95 y con él venía la opción de una actualización a la siguiente versión (windows 98) gratis. Cuando se publicó el w98 recuerdo que esperé algunos días mientras me enteraba si merecía la pena y terminé solicitando mi ampliación porque me pareció ─haciendo caso a la publicidad de la casa─, «mucho más mejor».

Recuerdo que me puse con la instalación del w98 tranquilamente. Había hecho la copia de seguridad de los datos, como decían las instrucciones y lancé el instalador. Recuerdo que en un momento dado me preguntó si quería formatear el disco duro y le dije que no, que utilizara la partición que yo tenía reservada para el «güindón del Bili Puertas».

Cuando terminé la instalación comprobé que había formateado todo el disco duro para instalarse él, pasándose las particiones por el forro del arco del triunfo y yo pensé: ¿Pa'qué coño preguntas si luego haces lo que te sale los güevos?. Realmente no había perdido nada importante, salvo la partición donde estaba probando una SuSE que había instalado también de alguna revista.

Lo siguiente que hice fue un acto de rebeldía puro y duro, formateé el disco e instalé la SuSE que tenía a mano. Desde entonces no he vuelto a instalar ningún güindón. Desde entonces me he dedicado a aprender y a no mirar lo que hacen mis vecinos, sino a buscar mis caminos y maneras de forma independiente.

foto-distros.png

En la foto pongo mi tesoro de distros originales. La que está desplegada fuera de la caja es una SuSE «pofesional y tó y tó». La otra eran unos discos grabados por la revista «Muy Linux», la Debian 3.0, prometieron darle a la distribución lo correspondiente... espero que fuera así, porque si no hice el canelo. Las compré porque el software debe ser libre, pero no tiene por qué ser gratis.

Resumiendo un poco el motivo por el que sigo con GNU/Linux es que puedes estar seguro de que hacer funcionar las cosas puede ser fácil o difícil, porque hay cosas fáciles y cosas difíciles. En güindón también: las cosas fáciles son fáciles, pero las difíciles son imposibles. Son imposibles porque es el sistema el que decide cómo lo tienes que configurar y algunas veces no hay manera de cambiar lo que ha decidido él.

Más allá de las libertades del software libre

No voy a darle vueltas a las libertades del software libre. Desde que a finales de los años 80 del siglo pasado, Richard Stallman fundara la FSF (Free Software Fundation) los principios éticos del software libre siguen vigentes.

Para mí existe una libertad muy básica: hacer lo que considero oportuno y lo que yo quiero, no lo que decide una corporación por mí. Y ahora mismo ─más que nunca─, necesitamos esa libertad que sólo puede otorgar el software libre. La sociedad actual se ha reestructurado entorno a la tecnología y ahora mismo no podemos entender muchas de nuestras relaciones, sociales, profesionales o de cualquier índole, sin el concurso de la tecnología como puente de comunicación. Yo me pregunto por qué he de confiar mis relaciones sociales, profesionales o de cualquier índole, a los mensajes que decida mostrarme, enviarme o filtrarme una determinada corporación.

¿Os acordáis cuando el moto de Google era don't be evil? Pero qué hi'de puta más resalaos son: «No seas malo», decían. Ahora se dedican a castrar nuestras búsquedas con un algoritmo para tener las herramientas de conocimiento e influencia suficientes para dirigir la sociedad hacia donde ellos quieran ─que no será una finalidad altruista sino aquella donde puedan repartir más beneficios─. Lo mismo me ocurre con las redes sociales mayoritarias. No uso feisfús, ni güasá, ni tuister, por el mismo motivo: tengo una intimidad que defender, no porque tenga nada que ocultar sino porque mi intimidad es lo que me hace ser yo. Si mi intimidad la manejan corporaciones mediante oscuros algoritmos ¿hasta qué punto puedo estar seguro de que mis opiniones son mías o han sido sembradas por intereses externos a mí?

Entiendo que hay gente que prefiere que le organicen las cosas y le digan lo que tiene que pensar. Algunos se enchufan a ciertas cadenas televisivas donde el principal contenido es el «argumentario» de su partido político favorito. Lo entiendo: es fácil hacer eso y te desgastas mucho más teniendo que leer, informarte y creándote tu propia opinión. Es muy sencillo dejarme filtrar la información, sea veraz o no, sólo tengo que entrar en mi muro y ver lo que me deja ver el algoritmo de la empresa que sea. Es pasivo como ver la televisión, te tragas lo que te digan y punto.

La bendita eficiencia

Otro motivo es que tengo cierta tendencia al caos y me disperso con bastante facilidad. Me pongo a trastear, a aprender y pierdo de vista otros asuntos, como la eficiencia, la productividad y otras zarandajas destinadas a convertir en dinero nuestras actividades. Mi tendencia está siendo regresar al uso del texto plano para todo. Desde hace mucho tiempo vengo prefiriendo LaTeX a la ofimática y emacs ha sido mi «penúltimo» descubrimiento.

No me malinterpretéis: me gustan unos buenos gráficos como al que más. Recuerdo cuando mostraba a mis amistades mi escritorio con Compiz activado, rotando el famoso cubo, haciendo temblar las gelatinosas ventanas al arrastrarlas o desaparecer en un vórtice hacia la barra de tareas. Pero sólo era para darles en las raíces dentales a los que decían que Linux es feo.

Mis gustos ahora mismo se han dado la vuelta, como gestor de ventanas utilizo i3wm: minimalista, con atajos de teclado que configuro yo, con una forma de funcionar que todo lo tienes en la punta de los dedos sin perder tiempo en mover la mano del ratón fuera del teclado. La mayoría de las aplicaciones las utilizo desde terminales virtuales: tmux es mi amigo desde hace tiempo. Casi todo lo gestiono y guardo en texto plano: org-mode de emacs tiene la culpa.

GNU/Linux me gusta porque no satura el hardware, no necesito una ampliación de memoria cada tres meses ni un disco duro nuevo cada dos por tres. Mi portátil ya tiene una edad y con el güindón estaría jubilado hace algunos años. Sin embargo, aquí está el campeón tragándose el trabajo con una velocidad que ya quisieran muchos de sus primos modernos.

Aprendizaje

Desde que utilizo GNU/Linux conozco mejor cómo funcionan los ordenadores y he aprendido muchas cosas. Vale que aprendí a programar y conozco varios lenguajes de programación, algo que siempre me recuerdan los que no se pusieron a aprender a programar. También trabajé de «analista-programador» y lo hice para aplicaciones windows, que se vendían, pero fue la época de mi vida en la que menos aprendí sobre informática en general.

A lo largo del tiempo he ido encontrando maneras de hacer las cosas que al final me han ido haciendo más independiente de las herramientas, especialmente de pegarme con las versiones de las herramientas ─algo que los usuarios del güindón admiten como natural cuando guardan un fichero de texto con una versión del güor y lo intentan abrir con otra─. Aprendí también a hacer muchas cosas, con un poco más de esfuerzo que la gente de mi entorno, porque muchas veces me hacía mis propias herramientas. Por ejemplo, haciendo funcionar «lectoras de marcas» fabricadas cuando Julio César cruzó el Rubicón y que habían quedado obsoletas no porque no funcionaran o estuvieran estropeadas; sino porque el software que las controlaba dejaba de funcionar por incompatibilidad con el sistema operativo. Llamabas a la casa y te decían que te compraras una nueva, que «esa ya tal».

Comunidad

Si algo me gusta del software libre es el sentido de comunidad: el saber que no caminas solo en ese mundo. Al principio, cuando te encuentras inmerso de primeras en el mundo de la Libertad ─con mayúsculas, porque en la vida tecnológica que nos espera representará el único camino hacia ella─ intentas que todo el mundo se convierta y se convenza de las maravillas que representa el software libre. Sin embargo, no te conviertes en un profeta como tú piensas, sino en el pesao'del linux. Ahora mismo lo hago al revés: si alguien me pregunta le ayudo a instalar GNU/linux si no, me callo: cada uno tiene el sistema operativo que se merece, es mi lema.

Sin embargo, mi sentimiento de comunidad no vino del mundo GNU, sino de la quiebra de la empresa NaN. Para que haya comunidad tiene que haber comunicación entre sus miembros y sentimiento de pertenencia. La Internet vino a mi casa con un poco de retraso allá por el 2000... y coincidió con una llamada de socorro de Tom Roosendaal, creador de Blender. La empresa creadora, NaN, cerraba por quiebra y el programador principal de la suite 3D libre por excelencia pedía dinero ─en tiempos donde no conocíamos el término /crowfunding/─, para comprar los derechos del código y liberarlo a la comunidad. Recuerdo poner algo en la campaña, la verdad es que no mucho, ahora quizá hubiera puesto más, pero entonces no tenía. Cuando Tom reunió suficiente dinero y cumplió su palabra de hacer de Blender una herramienta libre me sentí parte de eso, de una comunidad que había liberado una aplicación que merecía ser de todos.

De vuelta al modo texto

Sigo utilizando IRC, algo que la gente parece haber ido abandonando. También los foros y otras herramientas viejunas. Soy consciente de que para la mayoría de los que ahora no pueden vivir sin la Internet la red se compone sólo de grandes corporaciones que la dominan y que para muchos la deepweb consiste en teclear la dirección de una página directamente en la barra del navegador en lugar de en la barra del buscador. Con ese nivel, cualquiera que abrimos una consola de texto para teclear comandos nos convertimos en hacker, de forma automática (si además, feisbús no sabe tu nombre cuando apareces en una foto que algún imbécil sube sin pedirte permiso, te conviertes en anonimus, también automáticamente).

Últimamente estoy volviendo la formato de texto plano, como he dicho antes. Comencé en esto de GNU/Linux cuando se arrancaba por defecto en modo texto y luego si querías entorno gráfico lanzabas la llamada desde la consola con xinit, que era lo primero que hacíamos la mayoría. Al contrario, ahora arranca por defecto en modo gráfico y normalmente la primera acción que hago es abrir una consola. Sí, me he convertido en usuario capicúa: comencé con consola→gráficos para acabar con gráficos→consola.

La mayor parte de mis documentos se imprimen pasando por LaTeX. Aprendí a usarlo a pelo y cuando lo hice, mi editor favorito era vim. Pero las cosas han cambiado: descubrí el org-mode de emacs. Nunca me ha gustado entrar en los flames: vim - emacs, gnome - kde y otras muchas que todos conocemos. Yo me declaraba forofo de vim y emacs me parecía pesado y sobredimensionado como editor. ¿Algo ha cambiado? Pues no especialmente. Me sigue pareciendo mejor editor vim, pero es que emacs no es un editor.

Para mí, emacs es un entorno Lisp que permite editar texto. Lo presentan como un editor, pero es mucho más que eso: es un Lisp corriendo que permite que le añadas código y lo hagas funcionar. Al final es un entorno de trabajo. Te proporciona una interfaz de texto para hacer lo que quieras programando con elisp. Eso es lo que me ha enamorado de emacs, que me deja hacer lo que necesito sin salir del entorno. Y la obra cumbre de todo ese entorno es el org-mode, que permite hacer casi de todo. Desde gestionar la agenda hasta escribir un libro, si te pones. Permite desde ordenar información de manera estructurada a hacer cálculos en tablas. Todo con un lenguaje de marcado muy sencillo para escribir textos y que permite generar los documentos en casi cualquier formato: pdf, epub, odt... Y no necesito más... Bueno, sí pandoc para convertir los documentos a los formatos que no soporta emacs, como .doc o .docx.

Flexibilidad

No sólo por el sistema operativo. Si miramos entre las 500 megacomputadoras del mundo, las 500, el 100 % de ellas, utilizan GNU/Linux. Pero también lo puedes instalar en una «raspi», por ejemplo. Si miramos entre los servidores de Internet vemos que también gana con diferencia. No contaré los dispositivos Android/Linux que hay por el mundo.

Pero no me refiero sólo a la capacidad de adaptación a distintos hardwares, sino también a que siempre hay más de una manera de hacer las cosas. Puedo escribir un texto con muchas herramientas diferentes y tengo la libertad de elegir la que me parece. No me obligan a utilizar un navegador u otro, una suite ofimática u otra.

Al final se trata de que el sistema se adapta a mi manera de trabajar y no al revés.

Conclusión

Es sencilla: Uso GNU/Linux porque puedo. He comprobado que a mucha gente le da miedo la consola de texto pero para mí es precisamente La Herramienta.

Y estos son mis motivos para usar GNU/Linux y no dar ni un paso atrás a sistemas privativos. He soportado estoicamente que me señalen como el raro y lo seguiré soportando, porque no pienso dar ni un paso atrás con el software privativo. Soy el raro, pero he conseguido que ya nadie me pida que le arregle el ordenador con güindón, saben que no lo haré. Pero sí me piden que les instale el linux ese que es muy difícil.


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