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Defenestrando la vida

Propósitos y despropósitos

Notxor
2021-01-02

Ya hice una declaración de intenciones para el año nuevo, y no utilizo el término propósitos en ese sentido en este artículo. Aunque este sea el primero del 2021, no va de eso. Hoy mi intención es hablar de otros temas, más relacionados con la ética, la informática y la toma de decisiones y también con las herramientas que utilizo. Quizá aclare algo o quizá lo enrede más, nunca es fácil expresar con palabras no sólo los pensamientos, ─lógicos o no─, sino también los sentimientos que llevan aparejados. Parece que cuando elegimos algo, aunque sea una herramienta informática, es como si eligieras bando en el Parlamento Español. Es este artículo intento explicar estas cosas con mi habitual torpeza.

Hay quien lee este blog no porque le interesen los temas de los que hablo, sino porque es un amigo, o incluso un familiar. Ha elegido un bando: el mío. Otros lo leen porque en algún momento buscaban algún tipo de información sobre alguna herramienta en concreto que por casualidad yo comenté y les apareció en la búsqueda que hicieron. El caso es que al final se está creando una pequeñísima comunidad alrededor de él en el grupo de Telegram y casi me asusta. Hay quien ha elegido mi bando. Asustar no es esa la palabra que estoy buscando, pero sorprender se queda corta con lo que quiero expresar. Al fin y al cabo, este blog tiene la intención de ser algo personal, en el que escribo cosas más para mí que para los demás y desde mi punto de vista, está más relacionado con mi individualidad que con un sentimiento colectivo o de conexión. Sin embargo, siempre es bienvenido saber que mis tontás no son exclusivas y le interesan a alguien más. El tema es que parece que los humanos estamos constantemente buscando bandos a los que entregar hasta la última gota de nuestra sangre.

Sobre el software libre

¿Cómo expresar lo que es para mí el SL sin hablar de ética? Porque no puedo hacerlo. Si me he decantado por él ha sido precisamente por algunos aspectos no técnicos, que también los tiene, sino por los aspectos éticos que el software privativo no tiene. Y también, porque como digo en la introducción, genera comunidad. No hay un proyecto interesante de software libre que no mueva a su alrededor una comunidad de usuarios interesados, se abra un foro donde consultar problemas y dudas y donde los propios usuarios se conviertan en el servicio técnico del mismo. Quiero llamar la atención sobre el hecho de que la mayoría de estos proyectos comienzan como algo personal, una necesidad individual de solucionar un problema que se pone a disposición de la comunidad.

Para mí es importante tener en cuenta esos matices porque el alma humana, si existe algo que podamos llamar así, tiene esas dos vertientes. Tenemos la necesidad de expresar nuestra individualidad en un entorno social seguro: somos animales sociales. Lo somos, pero no podemos forzar a la gente a ser comunitario hasta perder su individualidad, y tampoco podemos olvidar el componente social del individuo. Si quieres llevarlo a extremos sólo tienes que pensar en el comunismo y el liberalismo, de la comunidad extrema al individualismo extremo... ambos sistemas fracasados por menospreciar uno de esos componentes del ser humano1.

Como digo, el software libre consigue otorgarme libertades individuales2 a la vez que genera comunidad que aporta algo más: nuevas funcionalidades, código, documentación, apoyo. Luego mi elección no es una elección ciega: tiene un trasfondo ético que se deriva de mi visión particular del ser humano.

Sobre el número de usuarios y la calidad

El que utilice unas herramientas minoritarias para hacer mi trabajo, no debería necesitar mayor explicación. A estas alturas, no creo que la popularidad de un software sea un índice de calidad. Ese razonamiento nos puede llevar a conclusiones tan erradas como que el Seat Panda o el Opel Corsa son mejores coches que el Mercedes 500 SEL, se han vendido más de los primeros.

Hay quien me ha preguntado por qué, si Emacs es tan bueno, no tiene más usuarios con ánimo de echar avispillas, me temo. Si el párrafo anterior no le ha contestado, voy a decirte algunos motivos más que, creo, influyen en la elección de un software u otro.

Mucha gente no se calienta la cabeza con cosas como la ética, la comunidad, la calidad o cualquier otra disquisición paralela. Una herramienta es sólo una herramienta: si encienden el ordenador y arranca Windows no se preguntan más3. Cuentan con la ventaja de que todo en la industria informática está hecho para que así sea; lo utiliza todo el mundo y da la sensación que tienen respuesta ante cualquier problema porque hay una gran empresa detrás y muchos millones de usuarios. Una sensación falsa, porque que haya más usuarios no quiere decir que haya más gente inclinada a ayudar cuando se presentan los problemas y una empresa no ayuda sin un contrato previo que le garantice beneficios.

Oigo también algunas expresiones como no tiene nada que envidiar a... cuando hablamos de algún software libre comparándolo con alguno privativo. Lo cual siempre es un error de concepto y parece, que puesto que no hay grandes multinacionales detrás del software que usamos, hay un problema con su calidad. Si fuera así, GNU/Linux no sería el sistema operativo que mueve 500 de los 500 superordenadores más potentes del mundo. Para mover las mierdecillas que ponemos encima de la mesa para trabajar en casa, cualquier sistema operativo sirve.

Y puestos a comparar, me gustaría poder comparar la calidad de los documentos generados por un usuario medio de LaTeX con los generados por un usuario medio de Word. Sin entrar en más consideraciones esto nos lleva al siguiente apartado: el esfuerzo.

Sobre lo que sabemos y lo que creemos saber

En el software libre es condición necesaria, pero no suficiente, saber qué estás haciendo. Si no sabes el qué, no encontrarás el cómo. Y eso es un problema a la hora de elegir herramientas, porque saber el qué y el cómo implica que antes tienes que estudiar esos aspectos y luego aplicar lo aprendido. Esa es otra diferencia importante del software libre y el privativo. El primero parte de la idea de que el usuario es capaz y sabe lo que está haciendo; el otro utiliza la premisa de que el usuario es tonto, o no sabe nada de informática, y hay que darle las cosas mascadas.

Por otro lado, también conozco muchas personas, excelentes profesionales en otros campos, que creen que saben informática porque le dan a un botón, el ordenador arranca y son capaces de arrancar el programa que necesitan. Incluso, los más temerarios, saben instalar alguna aplicación, para lo que no suelen necesitar leer gordos manuales, ni tampoco los avisos que vayan apareciendo por pantalla. Y al final, estamos abocados a utilizar las herramientas pero nuestro trabajo no consiste en hacerlas. Cada uno aprenderá lo que necesite para hacer su trabajo y no tiene por qué aprender más.

Para la gente curiosa, como es mi caso, el tener que investigar cómo funciona algo o cómo se instala o, incluso, cómo se compila esa herramienta que quiero es una bendición. Pero no es una cuestión de curiosidad pura, también está relacionada con los gustos personales. Un psicólogo puede tener la curiosidad de ver cómo funciona eso de la informática y dedicarle tiempo libre, como una afición, tanto como a un informático pueden parecerle interesantes los procesos cognitivos humanos... o a un historiador las maquetas. Los conocimientos adquiridos y las lecciones aprendidas de forma amateur y autodidacta seguramente terminarán siendo usadas en el trabajo diario.

Pero los conocimientos obtenidos a la fuerza normalmente son desechados a la mínima oportunidad. No todo el mundo estamos dispuestos a gastar nuestro tiempo y nuestros esfuerzos en aprender a utilizar ésta herramienta o la otra. Nos conformamos con lo que viene dado y nos apañamos con el mínimo que nos permita seguir adelante. Por esto, muchos usuarios no quieren ni oír hablar del software libre, tienen la idea de que es complejo, difícil y elitista... y este pensamiento me lleva al siguiente punto del que quería hablar.

Sobre predicar y el elitismo

He tropezado con algunos usuarios que se creen mejores que otros porque utilizan ésta distro o la otra. Algunos, incluso con la pretendida superioridad de pensar que si utilizan tal o cual herramienta, que es dificilísima de configurar o de hacer funcionar, saben más o son mejores usuarios, ─o cualquier otro pensamiento clasista similar─. Otros, lo hacen desde la perspectiva de la superioridad moral, creyendo que utilizar sólo software libre les otorga algún tipo de bula o de una consideración ética superior.

También hay quien al poco tiempo de descubrir el maravilloso mundo del software libre se convierte en el pesao del linux. Sí, yo también he sido un pesao del linux. Es una fase por la que creo que pasamos todos los usuarios convencidos de las bondades, de la calidad, de la ética y la filosofía que hay detrás del software libre. Pero predicar a quien no quiere oír suele conseguir el efecto contrario. De momento, quédate con que basta con que te niegues a ser el servicio técnico gratuito de Micro$oft. Pero no hace falta que mires por encima del hombro a quien no quiere, no puede o no le gusta gastar tiempo en aprender cómo funcionan las herramientas que utiliza.

Por otro lado, hay veces que las distros 100% libres no funcionan. Lamentablemente, hay fabricantes que no publican las características de sus dispositivos como para que se hagan drivers libres. Si te pones límites en el software te encontrarás límites en el hardware, eso lo sabemos: nos lo encontramos casi a diario, y coincide con la filosofía de software-hardware de ápel. No es un demérito utilizar una distro que te facilite la vida reconociendo drivers no 100% libres: hay veces que no puedes elegir. Ni tampoco tiene una ventaja moral o ética, ni eres más inteligente, compilándolo todo. Recuerdo los tiempos cuando tenías que compilarte el kernel monolítico para que anduviera el sistema medianamente suelto. Afortunadamente esos tiempos han pasado y espero que no vuelvan porque era un coñazo. Como es un coñazo pasarte dos días compilando paquetes o arreglando configuraciones de algo que necesitaste utilizar ayer.

Sobre lo que uso

No, esto no es un discurso sobre las bondades de las herramientas que uso. Como he dicho antes no necesito que lo use mucha gente, ni que sea fácil de usar, pero sí me tiene que facilitar el trabajo.

Quizá decir que mi herramienta es Emacs no sea suficiente para expresar todo lo que extraigo de él. No es un editor, es un sistema lisp que sirve para editar archivos de texto. Es el ejemplo de cómo ha ido cambiando mi percepción del software libre con el tiempo. Yo también fui defensor de vim y sigo utilizándolo. Pero han tenido que darse una serie de circunstancias para que fuera migrando de una cosa a la otra hasta alcanzar el momento actual.

En mi trabajo como psicólogo necesito generar documentos de texto, realizar algún que otro cálculo y organizar información de alguna manera más o menos estructurada. Además, doy algunas charlas y tengo que hacer presentaciones. El camino fácil habría sido utilizar un software de oficina, libre como LibreOffice o privativo como la suite de micro$oft. La mayoría de los psicólogos, y otros profesionales, no necesitan más.

Por otro lado, escarmenté hace tiempo de los formatos de ficheros cerrados y poco a poco fui migrando, cada vez más, hacia el formato de texto plano para todo. LaTeX ya era una de las herramientas que utilizaba antes de descubrir Emacs en toda su plenitud. Bueno, descubrir no es el término exacto, ya lo conocía, pero no lo usaba. Era un usuario cómodo y utilizaba un editor de texto muy bueno, por cierto: vim, que estaba instalado en la máquina. No tenía que instalar nada. ¿Cuál fue la inflexión? Descubrir org-mode.

Había oído muchas veces hablar de las bondades de org-mode pero siempre daba un poco de pereza utilizarlo: instalar Emacs, leer documentación en perfecto inglés, etc. Nada te garantiza que hacer todo ese esfuerzo se verá recompensado y ese es el principal problema para la popularización de cualquier herramienta. Sin embargo, un día me puse a ello, por curiosidad. Apareció ante mis ojos la respuesta a todos aquellos aspectos que me faltaban por textualizar. Por fin, todo en texto plano. Además, todo en un mismo entorno sin necesidad de cambiar de aplicación para cada una de las cosas que necesito hacer. Por contra debía repasarme el lisp y lo tenía muy olvidado.

¿Recomiendo eso a todo el mundo? Pues no. Las herramientas que uso no son para toda la gente. Pero no penséis que es porque yo sea más listo o cualquier otra consideración elitista. No es para todo el mundo porque tiene unas desventajas también apreciables: algunas veces es necesario picar algo de código en lisp para adecuar el chismático o para hacerme una funcionalidad nueva. Eso no es un uso para un usuario medio... y eso no me hace ser mejor, cualquiera puede llegar a alcanzar el nivel de usuario avanzado incluso en la mitad de tiempo en que lo he hecho yo. Pero te tiene que gustar trastear, ver cómo funciona, saber algo de programación y que te resulte todo eso entretenido.

Sobre las guerras de software

Es muy cansino asistir a guerras de usuarios de las distintas herramientas, distros, editores siempre con la misma cantinela. No es la primera vez que escribo por aquí que cada uno tiene el sistema operativo que se merece, algo que es muy cierto. Si te lo trabajas un poco tienes un buen sistema a tu alcance, si no estás dispuesto a gastar tiempo en ello tendrás que conformarte con que las decisiones las tomen otros. Al final alguien tiene que hacerse cargo de definir qué debe hacerse, lo puedes decidir tú o lo puede decidir un equipo de expertos y dártelo hecho. Lo primero necesita que investigues, aprendas y manejes con soltura las herramientas que uses, lo segundo conformarte con las herramientas que hagan otros.

Las estériles discusiones de si es mejor tal o cual distro, o si vim o Emacs, o que si es mejor usar un cacharrímetro o un cacharrógrafo no llevan a ningún sitio. La balanza se inclinará hacia un lado o hacia otro según el punto de vista en el que pongas el interés. No voy a entrar en esas guerras, que me parecen un poco pérdida de tiempo, más allá de reírte con los piques y los memes que generan. No necesito convencer a nadie de que use lo mismo que yo, porque no es un esto es así y ya está. Cada uno tenemos nuestras cadaunadas.

Sobre la privacidad, la estadística y la automatización

El problema de la privacidad es otra de las religiones para tecnólogos, o más bien tecnópatas. La idea de que nos están monitorizando de forma constante y que no podemos evadirnos de ese seguimiento aparece cada vez más a nuestro alrededor.

A este respecto, como ocurre con el software libre el salir, o intentar salir, de lo establecido implica también cierta estigmatización: pedir no figurar en un registro o según qué comportamientos, te convierten directamente en el paranoico.

Y sí, la mayoría de la población no está preocupada por el abuso que pueden realizar ciertas compañías con nuestros datos. Hay quien hasta contraargumenta a favor del progreso, la inteligencia artificial y el que no tiene nada que ocultar. Está claro que el progreso no lo podemos detener, pero permitid que haga algunas consideraciones. Por ejemplo, en el futuro la mayor parte del trabajo lo realizarán robots.

Lo mismo ocurre con la inteligencia artificial. Muchas decisiones se están delegando ya a ese tipo de software. Y somos conscientes de que existen problemas de base con ese tipo de programas:

  1. Las inteligencias artificiales sólo reconocen los patrones que tienen como entrada. Si los datos que le pasamos están sesgados, sus resultados serán sesgados.
  2. Al delegar la responsabilidad en «la máquina» pensamos que el resultado del cálculo no puede ser clasista aunque, como hemos visto en el punto uno, sí puede serlo. El que el banco no te conceda el crédito no tiene que ver con que vivas en un determinado barrio o seas de determinada condición social, raza, sexo u otras variables sociales; no te lo da porque lo dice el sistema de inteligencia artificial; y ahora dime ¿con qué variables han realizado el entrenamiento de dicha inteligencia?
  3. Los mecanismos de entrenamiento que se utilizan en la inteligencia artificial sólo tienen en cuenta el valor del acierto y se suelen desprecian los falsos positivos.

Para entender lo que implican los falsos positivos contra los falsos negativos voy a poner un ejemplo deportivo. Si estuviéramos entrenando una inteligencia artificial para seleccionar jugadores de fútbol para el Barça4, podemos imaginar que el sistema nos recomienda fichar a Antoine Greizmann y echar a Luís Suárez. El objetivo es optimizar el resultado goleador de los delanteros del equipo. Tras analizar los resultados obtenidos, nuestra inteligencia artificial sabe que el resultado no ha mejorado por la ficha de Greizmann, así que ajustará sus pesos o valores para seguir aprendiendo. Sin embargo, a Suárez no lo tiene ya en el sistema, los resultados obtenidos nada tienen que ver con él y por tanto, no ajustará sus niveles para poder afinar su capacidad de predicción. Viendo los goles que Suárez ha marcado en el Atlético de Madrid en lo que va de liga, le podríamos advertir a nuestra inteligencia que los tenga en cuenta y de esta forma tendríamos un sistema de IA que tiene en cuenta tanto los falsos positivos como los falsos negativos. Este sería el funcionamiento ideal de toda IA.

Sin embargo, en un banco, si no te dan el crédito porque la IA dice que hay peligro de que no lo devuelvas, no comprobarán si luego pagas a la entidad que sí te lo concedió. Lo malo de todo esto es que, como seguramente se reducirán los falsos negativos, se producirá una mejora en recuperación de fondos suficiente para que los responsables no se preocupen de los falsos negativos, por qué iban a hacerlo si han mejorado los beneficios. Además si esos falsos negativos recaen en colectivos desfavorecidos, o sobre determinados grupos étnicos o raciales, no se podrá achacar al banco racismo o clasismo: lo dice la IA, que siendo un programa informático no puede ser ni una cosa ni otra, por lo que se convertirá en un factor que perpetuará la desigualdad.

No quiero que nada mío, mis datos, mis acciones, mis fotos o lo que sea que esté relacionado conmigo se utilice para entrenar inteligencias artificiales o para extraer información sobre mí, que será sancionada como buena y cierta sin ninguna posibilidad de comprobación posterior. Ni siquiera mis opiniones, porque tengo derecho a equivocarme y a cambiar de opinión si así lo considero.

Conclusiones

Quien ha intentado mandarme avispillas, ya sabe que uso Emacs habiendo sido y siendo usuario de vim, sé cuáles son las ventajas y los inconvenientes de ambos y utilizo los dos. Uso más Emacs que vim, pero uso los dos. Depende de para qué.

Algunos recién llegados al software libre vienen cometiendo los mismos errores que cometí yo cuando empecé con GNU/Linux allá por 1998-1999. A éstos les digo que la arrogancia no es ninguna característica deseable que venga con el software, es una condición humana, ni mejora ni populariza la herramienta. Recuerda siempre que el ego es directamente proporcional a la hostia que te mereces5.

Footnotes:

1

Los liberales aún no se han dado cuenta, pero el neoliberalismo ha fracasado.

2

Las cuatro: libertad para usarlo, libertad para estudiarlo, libertad para modificarlo y también para distribuirlo.

3

Y no tienen por qué hacerlo.

4

Por poner un ejemplo.

5

Algunos comentarios que he leído por las redes sociales se merecen un poco de «hostioporosis»: la terapia alternativa que consiste en la imposición de mano abierta a gran velocidad.

Categoría: blog software-libre ética emacs

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